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JANDILLA AMONTILLADO MACHARNUDO (PEDRO DOMECQ)

Hace ya algunos meses amplié de nuevo el concepto evolución, al paso del tiempo, de un vino. Una nueva referencia me quedó grabada desde que caté una botella producida en los años 50, Jandilla Amontillado Macharnudo. Diversos factores pueden tener influencia, pero uno de los más importantes es el origen, en este caso las albarizas del pago Macharnudo, un terroir que aporta una curva de evolución muy lenta en los vinos que nacen de su suelo, responsable de esa «frescura sin acidez» tan deseada en un vino con más de 60 años de guarda.

Jandilla desapareció como marca de Domecq en los años 70, pero Macharnudo  (56 ha a 100 msnm y orientación suroeste) sigue creando algunos de los vinos más grandes del mundo. Todo ello gracias a su mosaico de tierras blancas en la superficie (albarizas), amarillas a un metro de profundidad y azules a cinco. Tierras calizas muy absorbentes cuando llueve, pero aislantes y protectoras de la humedad durante la sequía. En cuanto al clima, posee influencia atlántica con vientos cálidos de Levante aunque compensados con los de poniente que aportan humedad durante el día y favorecen la humedad al alba.


JANDILLA AMONTILLADO MACHARNUDO, AÑOS 50
(Valoración personal 19,5/20)
Tímido en nariz, receloso, aunque de una excelente finura pétrea. Su textura es sutil y delicada, con un desconcertante paso por boca que muestra una clase fuera de lo común. Una autentica delicia con un final sorprendentemente potente. La grandeza de lo único, algo imposible de repetir.

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