
El pasado lunes en Barcelona tuvimos el placer de catar los vinos de 10 bodegas de las 36 existentes pertenecientes a la DO Bizkaiko Txakolina. Pero antes de de comentar el evento haremos un breve repaso para intentar conocer un poco más su singularidad.
La D.O. nace en 1994 con la intención de sentar las bases y garantizar la calidad en el tiempo de una tradición histórica cuyo principal consumo era doméstico y a granel. Puedo dar fe de la enorme dispersión en la naturaleza del txacoli a finales de los 80 y aunque era un vino muy peculiar y atractivo en algunos casos, en muchos otros no guardaba los mínimos de calidad organoléptica.
Además del clásico y tradicional txakoli y bajo su misma denominación en los 20 últimos años han aparecido innovadoras elaboraciones de txacoli blanco, rosado, tinto, aparduna (espumoso) y vendimia tardía que deben cumplir la normativa del consejo regulador para denominarse como tal y cumplir con la autenticidad requerida.
Aunque el número de bodegas ha decrecido desde un máximo de 73 en 2003 hasta 36 en la actualidad, el volumen producido se ha multiplicado por 12 desde 1994 gracias al aumento de plantación que ha pasado desde las 50 ha en 1994 hasta 450 actuales.

Las variedades recomendadas servirán para elaborar exclusivamente los vinos “protegidos”, básicamente de las castas Ondarrabi Zuri (blanca) y Ondarrabi Beltza (tinta). Las variedades autorizadas son las siguientes: “Ondarrabi Zuri Zerratia / Petit Courbu”, “Mune Mahatsa / Folle Blanche”, “Izkiriota / Gros Manseng”, “Izkiriota Ttippia / Petit Manseng”, “Sauvignon Blanc”, “Riesling” y “Chardonnay”, no pudiendo superar un 20% del viñedo inscrito.
En 2021 se incorporaron como autorizadas sin limitaciones el pinot noir y el cabernet franc.
A los vinos con crianza bajo lías (al menos 5 meses) y fermentados en barrica el consejo los denomina como Txacoli Berezia.
La principal característica climatológica es la influencia atlántica de carácter húmedo y templado. El efecto “Foehn”, es un fenómeno peculiar de la viticultura en Bizkaia, y consigue que el mes de septiembre tenga condiciones climatológicas propias del verano, condicionando por tanto la fecha de maduración.
En cuanto a las bodegas que pudimos catar se encuentran las siguientes:


El nivel de la muestra nos pareció excelente, vinos limpios, algunos de ellos minerales, con poersonalidad, gastronómicos y fieles reflejo de su identidad.
Itsasmendi nos cautivó con Artizar 2016 (petroleaba ligeramente) y Leoia Paradisuak 2021 de gran persistencia, vinos de parcela donde los suelos son la clave.
Virgen de Lorea de la mano de Fintxu, peculiar y de trato muy agradable, nos sorprendió con dos básicos muy remarcables (Aretxaga y Señorío Otxaran) y “flipamos” con OTX 2022 Berezia por su esmerada selección y personalidad, todo un tributo al buen hacer.
El G22 de Gorka Izagirre nos pareció la joya de la corona de la bodega, con vinos muy coherentes. Ilun 2023 de la variedad hondarribi beltza nos resultó muy delicado y en cata ciega nos habríamos ido a otras latitudes de la que somos muy amantes.
De Hasiberriak wines nos gustó su filosofía y perfil singular de sus vinos. Nekazari criado en ánfora de barro, Arotz con su toque peculiar de la crianza en castaño y Saregin por la finura de sus burbujas.
Talai Azpia nos mostró como la salinidad depositada en la hoja del varietal y de la propia hoja consiguen un vino único en la D.O.

La organización fue perfecta por parte de Mahala Wine en un espacio cálido y adecuado a las diez bodegas participantes.
Tan solo nos queda ya recordar que existen tres denominaciones del txkoli, Txakolina Bizkaiko, Getariako txakolina y Arabako Txakolina, con similitud entre ellas y que potencia la variedad hondarrabi zuri, una variedad con futuro por su gran acidez.
