Algunos hijos, como algunos vinos, nacen fruto del amor. Les damos vida, les cuidamos, intentamos que no se desvíen del camino trazado, pero al final hijos y vinos evolucionan por sÍ mismos. Hijos y vinos tienen memoria, todo el trabajo realizado queda impregnado en su recuerdo y de una forma u otra, para bien o para mal, ese trabajo decidirá gran parte de su personalidad. Cuando salen al mundo, cuando les “ponemos el corcho” el resto de la tribu, el ambiente, su propia evolución, “sus bacterias” decidirán sus éxitos o sus fracasos, su longevidad o su corto camino.
Pues bien, EL Alma de Gildo ha nacido, su cosecha la 2020.
Mientras lo catábamos, se reflejaba todo ese cuidado y dedicación durante su gestación, fondos de aroma de distintas tonelerías, el potencial de cepas viejas en unas uvas maduras que tiñen la copa de un azul muy intenso. Aromas limpios y francos de buena cuna, y una trama en boca de “niño mimado”, con distintos envases para no hacerlo simple, y que el día de mañana pueda mantener una larga y disfrutable vida.
Y todo … ¿Para qué?, … para que Gildo, abuelo adoptivo de su creadora Nicol Thornton pudiera mecer entre sus manos todas las enseñanzas que el abuelo tiernamente le enseñó mientras ella crecía profesionalmente.
ALMA DE GILDO 2020
Capa alta, ribete muy vivo y teñido. Tímido al primer golpe en nariz, juguetón al agitar, desprende juventud y una fruta fresca al límite de su maduración. Alguna punta de alcohol, pero bien acompañada por su fragancia intensa.
Arrogante en su entrada en boca, con un poderoso tanino que no ceja hasta el final de boca. Intenso en su perfil frutal, y una retronasal aún sin desarrollar.
Muy joven aún, pero con esperanzas de que crezca acorde a todo el cariño con el que se ha creado.
Esta cata ha sido posible gracias a la colaboración de Albertina Torres.
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