Decía Paul Morand que «Las pasiones son los viajes del corazón«, y hoy he tenido la oportunidad de comprobarlo una vez más. Jerez y, por no ser excluyente, los vinos de Andalucía Occidental (denominados así por el maestro Paco del Castillo) son capaces de mover montañas. Son muchos los nombres propios de enólogos, profesores, prescriptores o aficionados avezados que identificamos con el nombre de Jerez, como el mencionado P. del Castillo, Álvaro Girón, Jesús Barquín, Antonio Flores, y tantos y tantos personajes, importantes o muy humildes, que son arrastrados por la magia y el misterio de sus vinos. Hoy quiero añadir un nombre a la lista, Carlos Alvarez, no por ser un profesional muy reconocido o con mucho peso dentro de esta pasión que nos une, que también lo es, sino como mí humilde reconocimiento a alguien que persigue un sueño y va consiguiendo, peldaño a peldaño, convertir en realidad un proyecto profesional y personal.
De la mano de «El Petit Celler» y de su apuesta por los vinos generosos andaluces el proyecto «La Flor» ha visto la luz. Más de 260 referencias y una apuesta por la promoción de los vinos de Jerez y Montilla-Moriles, a través de cursos tanto para restauración como para el público, monográficos temáticos, cursos de introducción, catas comparativas, vinos por copas, y unas puertas abiertas a un mundo aún por descubrir.
En la presentación tuvimos la oportunidad de catar vinos «especiales», que muchos de ellos no verán la luz, bien por las limitadas existencias o incluso por ser proyectos sin definir en la actualidad.
Emilio Hidalgo nos presentó un amontillado de 50 años, en línea opuesta a El Tresillo 1874 de perfil mucho más oxidativo. Busca la finura, es sutil, muy complejo, largo pero sin agresividad.
Un oloroso, Solera 1789, de Faustino González fue el siguiente protagonista. Subido en aldehídos, llena la boca por completo, con una enorme delicadeza táctil y sápida.
Rocío Urium presento un impresionante palo cortado de la primera criadera, y de más de 100 años, Gran Señor de Urium. Castaño oscuro, yodado con reflejos cobrizos. Punzante, redondo y contundente, muy glicérico y con unas delicadas notas cítricas, y lácteas en menor medida. Impresionante su enorme concentración, un miura.
Para terminar, Pérez Barquero nos mostró un PX 1955. Negro zaino, denso, pasificado, encabezado con olorosos viejos, intenso en boca, no empalaga, con predominio del torrefacto y chocolates en un entorno de higos maduros aunque frescos.
Un día para no olvidar, y esperamos que sea solo el principio de muchas más oportunidades de conocer y aprender con más profundidad de estos grandes vinos andaluces de clase mundial.