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MARCELINO 16, C/ DIPUTACIÓ 41, BARCELONA

Son numerosos los nuevos proyectos gastronómicos en la ciudad de Barcelona. Algunos de ellos cerraron con la crisis y de nuevo se han reinventado con propuestas novedosas en entornos imaginativos e impactantes. Tapas, cocina de fusión, reinterpretaciones clásicas, decoraciones que nos transportan a distintas coordenadas del globo, bocatas de sardinas (los mejores del mundo en Quimet & Quimet, dicen…), o locales fastuosos que intentan impresionar al comensal, todo vale si el balance final decolora los números rojos a tonos más fríos pero productivos. Bardot, Rent Ant, Café Enma, La Barraca, Bardeni, Market Barcelona y otro muchos locales, nuevos o de moda, luchan por abrirse un hueco en la urbe barcelonesa.

Pero como dijo Bogart en Casablanca, «siempre nos quedará París…», son todos aquellos donde los «anónimos» nombres propios de cocineros o propietarios enaltecen la mesa de sus clientes con propuestas sencillas, sinceras, de mercado y de calidad. Hoy mi homenaje a uno de ellos, Luís Pérez Folgueira, propietario y alma mater junto a su esposa de MARCELINO 16, C/ Diputació 41. Barcelona Tf. 934 24 62 67. 

Cuenta con una de las clientelas más fieles de la ciudad, no en vano inauguraron el 4 de Enero de 1976. En estos casi 40 años de historia Luís arrastra una legión de clientes tras toda una vida trabajando en restauración. Honestidad y producto son la base de su trabajo. Su origen gallego (Lugo) sigue presente en su local y proporciona la identidad al negocio; aún después de estos años sigue abasteciéndose de terneras gallegas propias, incluso la repostería lucense sigue presente en sus postres.Versatilidad en su oferta es otro de los puntos atractivos, además de la carta, ofrece variados menús de tapas orientados a carnes, pescados o mariscos. La carta de vinos ofrece una amplia lista de riojas clásicos y algunas referencia de las DO’s gallegas, con precios que se adaptan a todos los bolsillos.

El pasado viernes junto a unos compañeros visitamos su comedor, donde también ofrecen una sugerente barra con variadas tapas y pinchos. Para abrir boca fueron servidas unas patatas bravas que, como mandan los cánones, picaban. Seguimos con una legión de croquetas caseras, «de verdad», textura correcta y donde la besamel no quedaba anulada por el pan rallado. Mientras dábamos cuenta de ellas, Yago y yo recordábamos «Echaurren» (Ezcaray) donde Marisa y Francis Paniego consiguen realzar la croqueta hasta la cúspide de la maestría. Sin respiro llegó, aún caliente, el «pa amb tomàquet» y a continuación los chocos se colaron en nuestra mesa. Pero fue el «pulpo a feira» quien provocó las exclamaciones de los comensales, con tentáculos de tamaño medio, de cortes diagonales a tijera probablemente, sabor intenso y textura casi triscante, al mejor estilo de los pulpeiros gallegos.

Finiquitados los entrantes, churrasco y chuletón fueron los platos principales elegidos. El chuletón fue mi elección, con más de 600 grs de agradable sabor, textura sedosa y de materia prima honesta; con tal tamaño, y en mi caso un poco maniático de la temperatura, eché de menos algo de calor cuando había consumido la mitad del plato. En casa suelo utilizar un termómetro y si la temperatura interior al servir la carne es inferior a 45ºC vuelvo a calentarla, aunque la verdad es que nadie solicitó recalentar su plato. Un variado surtido de repostería gallega sirvió de colofón de una magnífica comida, acompañado de una sorpresa para despedirnos…, la tradicional queimada gallega, que cumplió perfectamente con el objetivo: calentar nuestro cuerpo y purificar nuestra alma.

    Mi agradecimiento a Yagoba por las fotografías.

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